La obra fílmica de Rejtman exhibe una serie de reglas propias que se detectan con notable nitidez desde sus trabajos iniciales y se reiteran a lo largo de su filmografía. Esta insistencia, por un lado, hace evidente cierta autoconsiencia de los planteos estéticos por parte de Rejtman; y por otro, habilita la propuesta de pensar cada uno de sus films como partes de un territorio más o menos homogéneo.